En ocasiones me viene
algo del pasado por sorpresa. Del pasado de los tesorillos del que
fuera niño en su día. Y es lo que es, un tesoro solo a la vista del
coleccionista y amante del kiosco y sus baratijas.
Para mi cuñada “Pili”
que me lo trajo de parte de su marido, mi cuñado Daniel, son restos
de plásticos envejecidos y polvorientos. Pero me lo trajeron con
ilusión porque saben que a mi todas estas pequeñas cosas me
importan.
Y aquí está en la misma
caja que vino, un tesoro que formó parte de los juegos de algún
niño. Y que ahora forma parte de la colección. Claro que tendré
que hacer una selección. Pero en el Kiosko de Akela no se tira nada,
todo se aprovecha, como los buenos Kioscos de antaño.