Ha llovido mucho desde la última vez que salí de
"SAFARI GRILLERIL".
Pequeñas jaulas grilleras en mano, algunas de plástico
compradas en aquellos Kioscos de la época, otras fabricadas artesanalmente por
nuestros padres o abuelos, pero todas tenían una misma función, un mismo fin,
ser el alojamiento de algún huésped y a ser posibles que fuera un grillo y si
era macho, mucho mejor ya que son los que cantan.
Algunas veces
teníamos suerte, otras no tanta, pero creedme que siempre llegábamos a casa con
alguna captura dentro de la grillera, eso de ir de caza y no traer presa, va a
ser que con nosotros no iba.
Siempre traíamos algún bicho, mientras entrase bien por la
puerta de la grillera y que cupiera en la pequeña jaulita...
Desde saltamontes, luciérnagas, lagartijas, escarabajos,
etc... Siempre alguna presa, pero las mejores, las más valoradas, las que ya os
mencioné, las del grillo macho que por las noches no nos dejaba dormir con sus
cánticos y conciertos, emitidos al frotar sus alas entre sí.
Pero seamos justos y
sinceros, o mejor aún, hagamos caso de la voz de nuestra conciencia, es decir
la de nuestro Pepito Grillo particular jejejeje ¿qué sería de esas noches en el
pueblo, en el camping o en la montaña, sin esas armoniosas serenatas?...
Aquí os enseño unas casitas para grillos que guardo en mi
BAÚL DE HAL, algo de siempre pero que se está perdiendo, como otras tantas
cosas de nuestra niñez y que en el Kiosko de Akela queremos recordar.
Dale un hogar a un grillo, aliméntalo con lechuga y trocitos
de zanahoria y deja que te cante en las calurosas noches de verano.
¡Cri-cri-cri! y más ¡cri-cri-cri! y muuuuucho más ¡cri-cri-cri!