El sonido del kiosco se puede decir que emergía de cualquier cosa, que pudiera hacer algún tipo de sonido. Música para los que fuimos niños y posible estruendo para los oídos de nuestros mayores.
Los artículos sonoros del kiosco eran “instrumentos” en su mayoría de aire, los había de de agua como el pájaro cantor con su gorgoreo, otros dactilares como las castañuelas, algunos de turbinas, o de carraca... entre tantos.
La “chuche” que más pitaba fue el PitaGol, un caramelo con función de silbato, bueno hasta que le dabas un bocado, claro. Estaba la típica flauta de pan del afilador, en este caso de plástico. Teníamos uno muy chulo de Turbina que al soplar sonaba como una pequeña sirena de fabrica. Las famosas ranas con su lengüeta de metal y ese ruido quebradizo, perdón “música”.
Continuará... no se piedan la segunda parte...
