Pequeño juguete, políticamente
incorrecto por la imitación de un arma blanca. Más que blanca de
multitud de colores en plástico inflado, diría yo. Pero si es
correcto, la sangre y la de tortas que se dan en algunos videojuegos
y series animadas.
Si empuñabas en tus manos infantiles
uno de éstos, te convertías por arte de tu imaginación en Romano,
Vikingo, Pirata... Difícil que hubiera sangre, si en el “furor”
de la lucha, clavabas el arma de plástico a tu enemigo. Lo más
fácil que podía pasar es que se doblara el puñal, formando una
“L”.
Cuantos recuerdos, con tan sólo
atándome a la cintura la cinta de plástico. Que digo yo, donde
estará ya mi cintura, seguro que más allá del limite aconsejable
para un peso adecuado. Bueno, diremos que hemos crecido y ensanchado.
Cuantos recuerdos enfundando y desenfundando en esas fundas, grabadas
en relieves, con puñales acordes y sus adornos en sus empuñaduras.
Originales del kiosco de baratijas, que
es de lo que se trata en este blog, entre otras cosas a fines.